Predecir el futuro es un juego de tontos

El pilar de la industria de los medios financieros es la predicción. Expertos aparecen a diario para pronosticar la dirección de la economía, las tasas de interés y el mercado de valores. Sin embargo, Howard Marks argumenta que basar las decisiones de inversión en estos pronósticos macroeconómicos es una estrategia perdedora.

La evidencia, afirma, es abrumadora: los “expertos” fallan sistemáticamente en predecir los grandes puntos de inflexión del mercado, que son precisamente los únicos momentos en que tales predicciones tendrían un valor real.

Marks cita encuestas económicas semestrales del Wall Street Journal para demostrar este punto. Un análisis de los pronósticos de consenso reveló que, si bien los expertos a menudo acertaban cuando había pocos cambios, “en los años revisados, el consenso de los expertos no logró predecir ninguno de los principales acontecimientos”.

Fallaron en anticipar las subidas de las tasas de interés de 1994 y 1996, la caída de las tasas de 1995 y las masivas fluctuaciones del dólar. En resumen, en los momentos de mayor necesidad, cuando un pronóstico preciso podría haber evitado una pérdida o generado una ganancia, el consenso fue inútil.

Esta verdad es profundamente contraintuitiva porque va en contra de todo lo que nos dicen. Se nos anima a buscar la opinión de los sabios, a creer que alguien, en algún lugar, sabe lo que va a pasar. Marks nos advierte que abrazar la humildad intelectual y aceptar que no sabemos, y que los demás tampoco saben, es el primer paso hacia una inversión más inteligente.

Es un recordatorio de que la verdadera habilidad no reside en predecir la lluvia, sino en construir el arca. Si los pronósticos macroeconómicos son un camino hacia el fracaso, ¿dónde encuentra el inversor superior su ventaja? La respuesta, según Marks, no está en mirar hacia el futuro, sino en analizar el presente con una profundidad que la mayoría ignora.

. . . Es aterrador pensar que podrías no saber algo, pero es más aterrador pensar que, en general, el mundo está dirigido por personas que tienen fe en que saben exactamente lo que está pasando.