INVESTAL

En los mercados, como en la vida, el peligro más insidioso no es el que se ve venir, es el que se niega. El que se disfraza de certeza, de consenso, de “esto siempre sube”. Howard Marks lo dijo con precisión quirúrgica: lo más arriesgado del mundo es la creencia generalizada de que no hay riesgo.
La mayoría de los modelos académicos definen el riesgo como volatilidad. Pero la volatilidad es simplemente el precio de admisión al juego. El verdadero riesgo, el que puede deshacer patrimonios y proyectos, es la posibilidad de una pérdida permanente de capital, no un susto, no una corrección, sino una herida que no sana. La volatilidad no es el riesgo, el riesgo es la permanencia.
La paradoja del riesgo es que cuando el miedo protege, la euforia traiciona. El riesgo no es mayor cuando todos están nerviosos, es mayor cuando todos están tranquilos. Cuando el miedo domina, los precios caen, los márgenes de seguridad se amplían y las oportunidades florecen, pero cuando reina la complacencia, los activos se inflan, los errores se toleran y el margen de error desaparece.
En otras palabras: el mercado es más seguro cuando parece peligroso, y más peligroso cuando parece seguro.
Esta paradoja alimenta el péndulo maníaco-depresivo del mercado. En la fase maníaca, los inversores compiten por activos sobrevalorados, convencidos de que el riesgo ha desaparecido. En la fase depresiva, los activos se venden con descuento, precisamente cuando el riesgo es menor, es por eso que los peores préstamos se hacen en los mejores tiempos y las mejores oportunidades surgen en los peores.
Cuando todos creen que el camino es seguro y fácil, es cuando se está conduciendo hacia el borde. La ausencia de miedo no es señal de seguridad, es señal de ceguera colectiva y en esa ceguera, el riesgo se multiplica.
En Investal, no nos dejamos seducir por la calma superficial, modelamos escenarios donde la perspectiva y la probabilidad se cruzan y sobre todo, ayudamos a nuestros clientes a tomar decisiones que dignifiquen sus transiciones, no que las pongan en peligro.
Porque el riesgo no se elimina creyendo que no existe. Se gestiona reconociendo que siempre está ahí, esperando a ser ignorado.